¿Nunca os habéis parado a pensar en porqué la vida nos da y nos quita a las personas? Yo sí. Millones de veces. El destino es caprichoso, y te quita a las personas más importantes de tu vida. Dicen que Dios los crea y ellos solos se juntan, pero creo que Dios no tuvo en cuenta los caprichos del destino. Es verdad que a veces, esos caprichos son buenos, porque te hacen conocer a personas increíbles, personas con las que te gustaría estar el resto de tu vida. Pero otras veces... Otras veces el destino decide separarte de esa persona especial para ti. Pero nunca lo sabes. Haces tus planes, hablas con esa persona, la vas queriendo cada día más... Pero al final, el destino siempre tiene la última palabra... Y consigue chafarte todo aquello que tenías planeado.
Es una gran putada. Pero el destino esta escrito, no se puede cambiar. Aunque, ¿no dicen que si luchas por tus sueños se acaban cumpliendo? No sé con certeza si eso es real o es una simple leyenda que no tiene ni pies ni cabeza. Pero se puede comprobar, ¿no? Hay veces en las que, por más que luches, no puedes cambiar el destino que te han deparado las estrellas. Pero otras veces, es necesario sacar fuerzas de nuestro interior para llegar a donde sea.
Hay muchas claves para conseguir todas tus metas. Una, es tener paciencia. La paciencia siempre allanará el camino de los deseos. Otra, que los límites solo nos los ponemos nosotros mismos. Y muchas más. Pero lo más importante es seguir sonriendo a pesar de las adversidades. Esa es la clave para conseguir lo que sea. Ya puedes llevarte palo tras palo por cualquier cosa: distancia, notas, normas, padres... Siempre debemos seguir sonriendo, nunca debemos llorar por nada. Aunque no es malo desahogarse de vez en cuando. Llorar no te hace una persona débil. Al contrario, te hace más fuerte. Pero la mejor cura y la mejor forma de cumplir todo lo que te propongas es no dejar de sonreír.
Además... nunca sabes quién puede enamorarse de tu sonrisa...
miércoles, 17 de julio de 2013
martes, 2 de julio de 2013
NUNCA TE VOY A DEJAR IR...
Me muevo en la más
completa oscuridad. Estoy completamente perdida. Ni siquiera sé cómo he llegado
hasta aquí. Puede que me quedara dormida en alguna parte del viaje. Pero sigo sin
saber qué hago aquí. De repente, un estridente grito rompe el inmenso silencio que
me rodeaba. Lo noto. Una fuerza maligna y peligrosa se acerca a mí por detrás.
Salgo corriendo. Debo evitar como sea a esa horrible bestia que me persigue.
Pero parece que no quiere dejarme marchar. En ese instante, la bestia habla,
pero no con la voz ronca y gutural que yo esperaba, sino con una voz cálida y
dulce que se ríe de mí. Es su voz. Me paro en seco y miro por primera vez a la
criatura de la que estaba huyendo. Es él. Pero a la vez no lo es. Tiene los
ojos de color amarillo. Es lo único distinto. Por lo demás, está como siempre.
Me mira y sonríe, enseñando unos perturbadores dientes blancos y afilados.
-¿Qué haces
todavía aquí? ¡Fuera! ¡Olvídame! ¿No ves que ya no te quiero? ¡Vete!
Y comienza a
reírse. No puedo creer que me esté diciendo todo esto. Doy un paso atrás,
intentando que las lágrimas no afloren de mis ojos ambarinos. Pensé que me
quería… De repente, una chica guapísima aparece a su lado. Su pelo es largo y
rubio, y tiene unos ojos verdes preciosos. Yo no le llego ni a la altura de los
talones. Él vuelve a reírse. Se gira, coge a la chica por la cintura, y la
besa. Ya no puedo retenerlas más, de modo que las lágrimas comienzan a correr
por mis sonrojadas mejillas. Retrocedo otro paso y caigo al suelo. Esto no
puede estar pasando. No…
Abro los ojos de
repente y ahí está él, mirándome desde arriba con esos preciosos ojos,
acunándome contra su pecho.
-Has tenido una
pesadilla. No parabas de gritar y llorar. ¿Qué era?
Se lo cuento. Me
sincero con él al cien por cien y le cuento mis temores. Cuando termino, me
estrecha contra él y me da un besito en el pelo.
-No quiero que
pienses así. Yo nunca voy a dejar de quererte, tenlo por seguro. Te quiero
demasiado como para dejarte marchar. Y no vuelvas a decir que no le llegas ni a
la altura de los talones a nadie. Tú eres mucho más que eso. No tienes que
querer parecerte a ninguna chica ni tenerles envidia. Tú eres perfecta tal y
como eres, jamás lo dudes. No te voy a dejar ir nunca.
Lo miro a los ojos
y sé que me está diciendo la verdad. Yo tampoco quiero separarme de él. Nunca.
Levanto la cabeza y poso mis labios sobre los suyos. Es mi forma de decirle que
me tiene aquí para lo que sea, tanto en lo bueno como en lo malo. Y que no
pienso dejarlo marchar. Que vengan todas las borrascas que quieran, nada podrá
separarnos. Lo presiento.
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